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lunes, febrero 28, 2011

Adan y Eva

25 de Enero del 2011,
Los Angeles, Chile.

Por: Noemi Alt. Marrero Diaz
Cierta mañana en el mar, el viento soplaba con particular violencia que golpeaba el rostro y penetraba los sentidos con un inconfundible aroma de algas y coral; las Ciguas y las palmeras danzaban al mismo compás.
Allí, extendida, desnuda sobre la arena, entregada a las caricias del sol, allí como todas las mañanas se encontraba Eva; envuelta en la sinfonía que le regalaba su pequeño universo al que ella llamaba paraíso  su paraíso en donde se olvidaba de todo y entraba en simbiosis con su entorno. Allí estaba, cuando despertó al oír la voz de su esposo Adan que decía: Eva, Eva... y sin dejarla pronunciar palabra dijo:
Desde que nos mudamos al mar, he notado un cambio muy importante en ti, el ostracismo que te caracterizaba desapareció para darle paso a una mujer libre y con ganas de vivir. Me gusta, el que te relaciones con nuestros vecinos y de que a pesar que yo no pueda acompañarte ( por eso de que debo madrugar) participes de veladas nocturnas, te diviertas, interesantes y compartas tus conocimientos con los demás hasta tardes horas de la noche ( lo que antes no hacías).
Me encanta, que hasta te ha dado por cocinar, y que disfrutes de pasar horas preparando esos exquisitos pasteles de manzanas y que te guste compartirlos con nuestros vecinos; ¡cuanto has cambiado! ¡Que generosa te has vuelto! bueno, siempre has sido buena y generosa conmigo, pero creo que por tu timidez no lo eras con los demás.
Te cuento, que cuando salgo a correr por el vecindario, me encuentro con los demás vecinos que me detienen para hablarme mil maravillas de ti; no se cansan de repetirme todo lo que ya se y me felicitan por la esposa que tengo (creo que me envidian y no los culpo por ello) si, se que puedo sonar un poco empalagoso amor, pero es que eres tan hermosa y tan buena que todos quisieran tener una esposa como tu. No obstante esto, no todos piensan lo mismo de ti, porque recibí una carta del administrador del residencial en la que dice que le han llegado un constante y considerable numero de quejas de nuestras vecinas; en las que se lamentan de tu “comportamiento inapropiado”, para un residencial como este; que te la pasas desnuda en el mar, que tienes actitudes vergonzosas con sus maridos, y hasta te acusan de estarlos provocando con “ tus pastelitos de manzana”; que no es posible que en las noches en la que los señores se reúnen para hablar, jugar cartas y tomar tragos, tu seas la única mujer.
La verdad yo no encuentro nada de malo en todo ello; por lo visto no se puede ser diferente y amable con los demás  pero lamentablemente, lo que piense yo en este momento no importa, ya que tenemos que dejar este lugar... porque nos han desalojado.

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